Boeing 737 de West Atlantic con hard-landing acabó en pérdida total
En enero de 2021 un Boeing 737-400 convertido a carguero, matrícula G-JCMY, operado por West Atlantic, operaba un vuelo corto entre los Aeropuertos de East Midlands (EMA) y Exeter (EXT), en el Reino Unido, durante la madrugada del 19 de enero. Como lo informamos en su momento, el vuelo no tuvo ningún contratiempo hasta su aterrizaje, ya que realizó una aproximación no estabilizada que culminó con un aterrizaje violento (hard-landing), lo que ocasionó que el fuselaje se arrugara justo detrás del ala, indicando que la estructura se había deformado con la fuerza del impacto.
Dado el daño en la estructura el avión, este no pudo ser descargado de inmediato, ocasionando retrasos en la entrega del correo, que es lo que transportaba entre ambas ciudades.
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La oficina de Air Accidents Investigation Branch del Reino Unido (AAIB) dio a conocer el resultado final de su investigación, en donde se indica que, en varias ocasiones durante la aproximación, el ángulo del avión era más pronunciado de lo que debería de acuerdo con las pautas del aeropuerto; por lo que:
Durante la aproximación por ILS al Aeropuerto de Exeter, la aeronave se volvió inestable después del punto en que la tripulación la declaró estable y continuó con la aproximación. Durante los últimos 500 pies, la velocidad vertical excedió los 500 pies por minuto para considerarse aproximación estable, en cuatro ocasiones”.
Un Boeing 737-400F matrícula G-JCMY sufrió un accidente en enero del 2021. El avión fue pérdida total debido a un “hard-landing “. Ahora, la #AAIB, publicó el informe final. Los Pilotos pudieron efectuar una “ida al aire”, pero decidieron continuar. pic.twitter.com/D1jSyVwMNb
— Transponder 1200 (@Transponder1200) May 20, 2022
La tripulación fue alertada de haber excedido la velocidad vertical en varias ocasiones, pero continuaron con el descenso. La AAIB agregó que en la primera vez que excedieron el límite, sonó la alerta de ‘GPWS SINK RATE’. Concluyó que si se hubieran ido al aire no hubieran recibido el daño grave, remarcando que:
A pesar de la alta velocidad de descenso observada más allá del punto de aproximación estable, junto con las alertas asociadas, la tripulación eligió continuar el aterrizaje. Si la aproximación se hubiera descontinuado y hubieran ascendido para volverlo a intentar (go-around), incluso a baja altitud cuando el avión podría haber ya tocado tierra, el daño recibido hubiera sido mucho menor”.
Lo anterior debe considerarse como una nueva lección de que un avión debe operarse siempre con el máximo cuidado, concentración y bajo los parámetros establecidos, sobre todo en las fases críticas del vuelo, apegado al manual de procedimientos del fabricante y de la empresa, para evitar tener incidentes que lo pongan en peligro junto con sus ocupantes.
Al momento del incidente el avión tenía ya 26 años de operaciones, habiendo iniciado su vida con Alaska Airlines en diciembre de 1994, como avión de pasajeros. En junio de 2009 fue transferido a Donavia en donde voló hasta 2015, luego de lo cual fue convertido a carguero y se unió a West Atlantic en mayo de 2016. El vuelo a Exeter terminó siendo el último operado por el avión, ya que los daños recibidos en la estructura del fuselaje, considerando su valor actual por la edad, ciclos y horas de vuelo, lo hicieron inviable para ser reparado, por lo que se tuvo que dar por pérdida total.