Caramelos Sobre Berlín: La Historia del Candy Bomber

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Hace unos días, una cuenta de twitter que sigo y recomiendo, la de jpartej, publicó un hilo con una historia que recordé a partir de esa publicación y que merece ser contada.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, las potencias aliadas se repartieron los pedazos de Alemania en cuatro regiones, y del mismo modo repartieron la capital. Ubicada dentro del territorio soviético, la ciudad de Berlín tenía corredores terrestres y aéreos para cubrir la logística del abastecimiento de los sectores controlados por Francia, Inglaterra y Estados Unidos.

En Marzo de 1948, la Unión Soviética decide bloquear el acceso terrestre de los convoyes de suministros, bajo la suposición que la dificultad de abastecer a la población de los sectores francés, británico y Americano haría que la capital fuera entregada a la URSS. Sería una victoria política mayúscula en el inicio de lo que conoceríamos como Guerra Fría.

En un principio, los aliados pensaron en enviar convoyes armados, pero ingresar en territorio soviético era una declaración de guerra de facto. Del mismo modo, que la URSS impidiera el abastecimiento por aire también lo sería, por lo que el tráfico aéreo no fue interrumpido. De acuerdo a los términos de la división de Alemania, los aviones cargueros no serían considerados aviones de guerra, aun cuando los operaban tripulaciones pertenecientes a las distintas fuerzas aliadas.

Al momento de iniciar el bloqueo, el 18 de marzo de 1948, Berlín tenía comida para 36 días, y carbón para 45. El cálculo total que se había hecho era que proveer a la población Berlinesa requería 5000 toneladas diarias de harina, cereales, trigo, carne, pescado, papas, azúcar, café, leche, levadura, vegetales, sal, queso carbón y combustible. La cantidad de esa mercadería que se entregaba por aire era cercana a las 700 toneladas. Los C-47 Skytrain y sus hermanos Británicos (que llamaban Dakotas), ambos derivados del DC-3, tenían una carga paga de 2.700 kilos. Había que hacer algo, o Berlín moriría de hambre.

Aviones y tripulaciones de Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia deciden participar en la operación de abastecimiento aéreo más grande desde el final de la guerra. Pronto llegaron 150 Dakotas más, y 40 Avro York, que podían cargar 10 toneladas cada uno.

El aporte Británico subió de 400 a 750 toneladas, pero seguía siendo poco. Estados Unidos tendría que sumar aviones de carga más grandes, pero que pudieran aterrizar en los aeropuertos de Berlín Occidental. Sólo un modelo era el adecuado: el Douglas C-54 Skymaster. Se pondrían a disposición 447 Skymasters. La Operación Vittles había comenzado.

La operación inició a fines de Marzo, y para Abril de 1948 había tomado suficiente impulso como para que la falta del componente terrestre se sintiera poco. A fines de Marzo de 1949, el puente aéreo ya era más eficiente que la logística por tren.

Sin embargo, en este domingo de Pascuas, la historia es una más chiquita pero tremenda, que se dio dentro de la Operación Vittles. El protagonista fue el Coronel Gail Seymour Halvorsen.

El 17 de Julio de 1948, Halvorsen completó un vuelo de su C-54 al aeropuerto de Templehof, y se acercó a un grupo de chicos que veía las operaciones en el final de la pista. Los saludó y algunos de ellos que hablaban inglés le preguntaron por los aviones y los vuelos. En el bolsillo, tenía dos tiras de chicle Wrigley Doublemint, y se las dio.

Los chicos partieron los chicles en minúsculos pedazos y los compartieron entre todos los que pudieron. A los que no les tocó, se contentaron con oler el papel. Conmovido, les prometió volver con más caramelos. Los nenes le preguntaron cómo iban a saber qué avión era el suyo. Les dijo que iba a sacudir las alas cuando estuviera sobre ellos.

Al otro día, juntó barras de chocolate y las lanzó sobre los chicos, atadas a un paracaídas hecho con un pañuelo. En los días posteriores, ya los camaradas le juntaban golosinas y había más paracaídas cayendo, sobre cada vez más chicos. Una de las veces, una nena que sabía inglés le pidió que aunque no traiga caramelos, no los abandone.

Empezaron a llegar a la base cartas de agradecimiento para el “Tío Chocolate”, el “Tío que Sacude las Alas” y el “Chocolate Volador”. Al tiempo, un diario escribió una nota y llegó a las noticias en Estados Unidos. El General William Tunner, comandante de la operación, llamó a Halvorsen: le comentó que, pese a la negativa del jefe directo del Tío Chocolate, él aprobaba lo que había hecho y daba inicio a la Operación Little Vittles. Poco tiempo después se convertiría en un esfuerzo conjunto y un elemento de propaganda inmenso, con fabricantes de golosinas donando toneladas de caramelos y dulces.

En Mayo de 1949, la Unión Soviética finalmente entendió que el bloqueo había fallado, y lo levantó. La eficacia del tren logístico aéreo fue la piedra angular de la Berlín dividida, y Halvorsen fue un héroe de posguerra. Vive aún hoy, y se sigue encontrando con lo que alguna vez fueron nenes en una Berlín en ruinas, y que le siguen agradeciendo. Más que los caramelos, le agradecen la esperanza.

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    By: Pablo Díaz

    40 años. Argentino. Casado.
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    Viajero ocasional, nerd frecuente.

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