Alvin “Tex” Johnston, Piloto de Pruebas, Experto en Marketing

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El 17 de Agosto de 1955, Boeing se jugaba la vida en un vuelo de prueba. Había invertido hasta la última moneda en el desarrollo del que sería su apuesta más arriesgada: el prototipo 367-80.

Los 16 millones de dólares de la época representaban el total de las ganancias de la compañía desde la Segunda Guerra Mundial. El Directorio de la compañía había recibido con escepticismo el plan de Bill Allen, Presidente. Eran épocas complejas: Europa llevaba la delantera en el desarrollo de aviones a reacción, pero las ventas de los jets comerciales estaban en su punto más bajo después de los reiterados accidentes del De Havilland Comet.

No era secreto para nadie que el 367-80 (también conocido como Dash 80) tenía que salir bien parado de ese vuelo de prueba. Sobre todo, no era secreto para su piloto: Alvin “Tex” Johnston. Debía hacer un vuelo perfecto.

Alvin Johnston había nacido para volar: tomó su primera lección de vuelo a los once años. A los quince, volaba solo. Dejó una carrera de Ingeniería para ir a trabajar a Bell, donde tuvo la oportunidad de volar el prototipo del P-39, el mítico Airacobra. Pero no fue el único modelo que probó. También se subió al Airacomet.

Trabajó en el diseño y en las pruebas de vuelo del Bell X-1, que luego llevaría a Chuck Yeager a la gloria rompiendo la barrera del sonido. En 1948 se fue a Boeing. Como piloto de pruebas de la compañía, probó los prototipos del B-47 Stratojet y el mítico B-52 Stratofortress. Se había ganado el apodo de Tex por su procedencia, Texas, y por su particular estilo: sombrero Stetson y botas personalizadas.

En Seattle, sin embargo, la atención ese día de 1955 estaba dividida: varios eventos deportivos y sociales hacían que las miradas no estuvieran todas en el nuevo modelo de Boeing. También contra eso debía luchar Tex Johnston. Y así, con la carga de una compañía al hombro, despegó.

Poco después de despegar, Tex decidió asegurar el futuro de la compañía. Con el apoyo de su copiloto Jim Gannett y el Ingeniero de vuelo Bill Whitehead, el avión se recostó sobre la derecha y luego empezó a hacer un majestuoso tonel volado sobre su izquierda. Whitehead, que ya sabía de la maniobra, se apuró a sacar una foto que sabía sería histórica:

Y por si alguno se lo había perdido, lo hizo de nuevo. No se ve fantástico, pero el testimonio lo vale.

Terminado el vuelo de prueba, Bill Allen lo llama a su oficina, bastante ofuscado. Johnston entra y en menos de un segundo Allen le grita a viva voz:

-¿Estás loco? ¿Qué carajo estás haciendo?

Tex Johnston lo mira calmo, sonríe y le dice:

-Estoy vendiendo aviones.

Allen no lo puede creer. Sigue a los gritos. Johnston le explica: “El avión no distingue actitud, mientras la maniobra se haga a la carga habitual, 1G. Solamente sabe cargas positivas y negativas, y variaciones de empuje y arrastre. El tonel volado es una maniobra impresionante, pero de 1G. El avión nunca supo que voló de cabeza. No hubo riesgo.”

Allen lo miró y si bien estaba más calmo, seguía enojado:

-Excelente. No lo hagas nunca más.

Esa misma noche, Bill Allen ofreció una cena en su casa, para festejar el primer vuelo del prototipo. Entre los asistentes, estaba Edward Vernon Rickenbacker, piloto de caza con un Nieuport 28, As de la Primera Guerra Mundial y en ese entonces, Presidente de Eastern Airlines. Había estado viendo el vuelo, y en la cena se acercó a Johnston y le recriminó la maniobra. Se quejó diciéndole que si le hubiese dicho que iba a hacer un tonel con el avión, se hubiera subido con ellos.

Tras eso, le dijo a Allen que lo que había hecho Tex era lo correcto: tenía que llamar la atención sobre el nuevo producto, y esa era la mejor forma. Menos de un mes después, Rickenbacker acercó una orden en firme de 20 Boeing 707.

El resto de la historia de este avión es más que conocido. Pero en gran medida, la industria aerocomercial de hoy depende de la bravuconada de un texano de sombrero y botas, que una tarde de agosto de 1955 entendió cómo venía la mano y simplemente, se puso a vender aviones.

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    By: Pablo Díaz

    40 años. Argentino. Casado.
    Profesional de IT por elección, Aeronáutico por vocación.
    Casi piloto. Casi Spotter. Casi Ingeniero.
    Viajero ocasional, nerd frecuente.

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