La teniente con la orden de derribar al United 93 con su propio avión
La mañana del día 11 de septiembre de 2001, ese martes que entraría como parte de la historia de la humanidad, la teniente Heather “Lucky” Penney, recibió órdenes de cumplir una misión: Derribar el vuelo United 93. Sin munición, a excepción de su propio avión, un General Dynamics F-16 Fighting Falcon.
Con los ataques sorpresa en desarrollo durante tiempos de ‘paz’, más rápido de lo que era posible preparar los aviones, Penney y su comandante despegaron hacia el Boeing 757 de United.
En 2001, Penney era una novata y la primera mujer en volar un F-16 en el Escuadrón 121 de la Guardia Aérea Nacional (ANG, en inglés) en Washington DC. Hija de un piloto veterano de la guerra del Vietnam, obtuvo su la licencia de piloto mientras estudiaba literatura, una vez que planeaba ser una maestra. Pero en el último año, el Congreso abrió la aviación de combate para las mujeres y Penney estaba en la primera fila.
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Ese martes, había terminado dos semanas de entrenamiento de combate en Nevada. Estaba sentada junto a otros pilotos en una tabla de briefing, cuando alguién entró para decir que un avión, había impactado en contra el World Trade Center de Nueva York. En un primer momento, supusieron que habría sido un loco a bordo de un Cessna. Pero cuando volvió a ocurrir, sabían que era la guerra.
Ella recuerda:
No iríamos a disparar contra ellos, vamos a chocar contra ellos. Básicamente yo sería un piloto kamikaze. Teníamos que proteger el espacio aéreo de todas las maneras posible”.
En la confusión monumental de esas primeras horas, que era imposible tener órdenes claras, nada estaba listo. Los aviones de combate todavía estaban equipados con balas inertes por las misiones de entrenamiento, no había aviones armados en disposición, o sistema de alerta para que estos fueran lanzados los cielos de la capital Washington. Antes de esa mañana, todos los ojos estaban puestos hacia el exterior, en busca de amenazas estándares de la Guerra Fría.
No había ninguna amenaza notable en aquél tiempo, sobre todo viniendo del corazón del propio país. Había una sensación de impotencia, pero hicimos todo lo humanamente posible para poner aviones armados en el aire. Las cosas son diferentes hoy en día. Al menos dos aviones con munición real están en estado de alerta y todo el tiempo los pilotos no se alejan más de unos pocos metros de la cabina”.
Un tercer avión se estrelló contra el Pentágono y casi de inmediato llegó la información de que un cuarto avión podría estar en camino o incluso más. Los aviones de combate serían armado dentro de una hora, pero alguien tendría que ir al aire inmediatamente, con o sin armas.
Eliminando de la tradicional fase de prevuelo, que por lo general se tardarían media hora de inspecciones metódicas, el Coronel Marc Sasseville y la teniente Lucky entran en el avión, encenderían los motores y volarían rumbo a noroeste hacia el vuelo 93, a más de 400 millas millas por hora (mph) a baja altitud y mirando hacia el horizonte claro. Era su primer vuelo de alerta.
“No entrenamos para derribar aviones comerciales. Si golpeamos un único motor todavía pueden volar hasta alcanzar el objetivo del ataque. Yo había pensado en golpear la cabina o el ala”, dijo el Coronel Sasseville durante el vuelo de interpretación. Yo también había pensado en su asiento de eyección. ¿Habría tiempo antes del impacto?
Penney estaba preocupada en no alcanzar el objetivo durante la eyección. “¿Y si no alcanzáramos el objetivo?…” dice, con su voz desvaneciéndose con la idea de fracaso, más aterradora que la propia muerte. Pero ya no tenía que morir. Con poco combustible, el avión vuelve a la base aérea.
Se pasaron horas para que Penny y Sasseville, que más tarde ese día regresaron al cielo con el fin de proteger al país, supiesen que el vuelo 93 había se había estrellado en Pennsylvania, después de la revuelta de los rehenes, dispuestos a hacer lo que también estaban dispuestos a hacer: todo o nada.
“Los verdaderos héroes fueron los pasajeros del vuelo 93, dispuestos a sacrificar a sí mismos,” dice Penney. “Yo fui un testigo accidental de la historia.”