El campesino que voló agarrado de un avión y luego se convirtió en Piloto Comercial
Cliserio Reyes Guerrero, joven oriundo de Torreón, Coahuila, soñó con la aviación desde que siendo pequeño vio los primeros aviones pasar desde los campos de siembra de su padre, cuando llegaban o salían del nuevo Aeropuerto de Torreón. Y desde ahí comenzó a imaginar que volaba agarrado de unos de esos aviones para ver el mundo desde las alturas. Su sueño se convirtió en obsesión y en octubre de 1950 decidió que llevaría a cabo su hazaña.
La tarde del 8 de octubre llegó hasta la reja del aeropuerto, cerca de la cabecera, se metió por un agujero de la reja y se quedó agazapado, esperando el momento adecuado. Tenía que esperar el momento ideal en que los pilotos estuvieran distraídos antes del despegue por la pista 12, para poder llegar hasta el avión.
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Cerca de la media noche vio que un DC-3 arrancaba sus motores y se dirigió a la pista 12, en donde él estaba, aprovechando la oscuridad, cuando el avión daba la vuelta corrió y brincó al estabilizador horizontal derecho, y se agarró con uñas y dientes. El avión matrícula de la aerolínea LAMSA, operaba el vuelo 101 y llevaba veintiún de diputados federales que regresaban a la Ciudad de México desde Ciudad Juárez, Torreón fue solo una breve escala de reabastecimiento; al mando estaba el Capitán Jorge Guzmán Lavat.
Al momento del despegue, el capitán sintió el avión pesado de atrás y con una leve vibración en la palanca de mando que no le pareció anormal de inicio, pero conforme incrementaban la velocidad y la altitud la vibración se hizo más intensa, por lo que decidió regresar a Torreón para que el avión fuera revisado. El viraje para regresar lo hizo hacia su izquierda y eso, sin saberlo, salvó la vida de su polizón.
A su llegada a Torreón, personal de LAMSA lo esperaba con lámparas en mano para revisar el avión, y fue así como encontraron a Cliserio aferrado al estabilizador, entumecido, aturdido y asustado. El viraje hacia la izquierda salvó su vida ya que lo hizo que se recargara en la cola del avión, de hacer el viraje al otro lado posiblemente se hubiera caído. Lo depositaron en el suelo casi inconsciente, despertó por los gritos del personal y los pilotos, policías y algunos diputados que se acercaron al escuchar lo que había pasado.
La historia corrió rápidamente por el mundo y todos se preguntaban cómo un adolescente había sobrevivido colgado del avión a 12,000 pies de altitud, más de 300 km/h y 59 minutos de vuelo. Primero le dijeron que lo llevarían a prisión porque LAMSA presentaría cargos, pero afortunadamente eso no sucedió. No está muy claro lo que pasó después, pero se dice que Pedro Infante conoció la historia y le pagó un curso para ser piloto; otros dicen que en realidad fueron los miembros de la Comunidad Aeronáutica de la Laguna quienes lo apoyaron.
Pero el caso es que a los 17 años logró convertirse en piloto profesional, al inicio se dedicó a la fumigación y con el tiempo se convirtió en el socio de su propia empresa, Servicios Aéreos Reyes Román S.A., en Chiapas, que prestaba sus servicios a la Secretaría de Recursos Hidráulicos, así como volar una buena cantidad de aviones privados. Durante su vida profesional alcanzó más de 12,000 horas en bitácora.
Su historia sigue contándose entre los trabajadores del aeropuerto como un evento que marcó el inicio del Aeropuerto Francisco Sarabia de Torreón. Pero, sin duda, marca también un sueño hecho realidad, quizá no de la mejor manera, pero su hazaña le abrió las puertas a Cliserio Reyes al mundo de la aviación, justo como él lo soñaba cuando desde niño veía pasar los aviones que llegaban o salían del aeropuerto, desde los campos de siembra de su padre.