La nueva “tercera clase” de las aerolíneas: ¿vale la pena sufrir para volar?

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Tal vez muchos de ustedes no recuerden la entrada al mercado de las empresas de “bajo costo” en Latinoamérica.

Me refiero en particular en México, cuando a partir del año 2000 la industria le dio la bienvenida a una aerolínea llamada “Líneas Aéreas Azteca”, empresa surgida de la quiebra de TAESA (Transportes Aéreos Ejecutivos S.A.) y cuyas instalaciones y rutas fueron vendidas y concesionadas respectivamente.

De Azteca se escribió mucho y para variar, los medios de información tradicionales afirmaron de manera incorrecta que Azteca era una empresa de “bajo costo”, nada más lejano a la realidad. En esos años ni siquiera se conocía el significado el modelo de bajo costo; en su momento, Azteca no pudo aclarar y emitir comunicados al respecto, por falta de una oficina de prensa. En un acto de justicia histórica debo escribir que, en ese entonces, no sólo no había prensa especializada en aviación, sino que las redes sociales -en el año 2000- aún eran incipientes.

Se decía que era de bajo costo aquella empresa que vendía los “boletos baratos”… hasta ahí.

Tuvieron que pasar casi 11 años para que las dos primeras empresas de verdadero bajo costo entraran al mercado mexicano: Volaris e Interjet y posteriormente Viva Aerobús.

No nos acabábamos de sentir completamente satisfechos con el tipo de operación Low Cost, cuando en Estados Unidos inventaron el “Ultra Low Cost”, de lo cual, dan testimonio empresas como Southwest, JetBlue y Spirit y algunas empresas conversas (es decir, del modelo tradicional al bajo costo) como Frontier.

Si el modelo LCC fue un éxito, lo es más el modelo Ultra LCC; de lo que se trata es reducir al mínimo el costo directo al precio del boleto sacrificando cualquier lujo o servicio al pasajero, sólo lo indispensable para un vuelo, es decir: un asiento, derecho a un equipaje de mano pequeño y… hasta ahí.

Quienes aceptan las muy restringidas condiciones que ofrece el viajar en las empresas ULCC, obedece a una simple necesidad de movilidad que los lleva del punto A al punto B, y no necesariamente es para vacacionar, este tipo de vuelos recurrentemente se utilizan para hacer negocios, visitas rápidas o asuntos urgentes.

Estas aerolíneas no están del todo enfocadas a la satisfacción del cliente, están diseñadas para ser una empresa que genere dinero al proveer servicios de movilidad de una ciudad a otra.

El espíritu original de las empresas de aviación es ofrecer un servicio de transporte de pasajeros con seguridad, confort y servicio a bordo.

La creación de estos modelos de negocios no necesariamente viene de la idea misma de hacer más dinero con menos, esto surgió de una necesidad post atentados terroristas en Nueva York, lo que obligó a la industria a dejar de proveer servicios como alimentos a bordo, entretenimiento e incrementar la densidad en sus aeronaves para transportar más pasajeros y así absorber los costos de seguridad que se generaron después del 9/11.

Al no poder competir con el bajo costo de las ULCC´s, las aerolíneas tradicionales han optado por “exprimir” lo más que se pueda en la operación y utilización de sus flotas, no solo incrementando los tiempos de vuelo, sino reduciendo al mínimo las estancias en tierra, reconfigurando sus aeronaves, incrementando el número de asientos, reduciendo el número de piezas de equipaje que se pueden llevar a bordo, manteniendo la política de snack y bebidas mínimas, cobrar por cualquier excedente en peso de equipaje, cambio de vuelo, cancelación, reexpedición de pase de abordar y ahora, cobrar por el mejor lugar en la aeronave, es decir, los asientos más solicitados que tienen un poco más de espacio pero no tanto como para ser business.

Todo lo anterior resulta en una mala copia de las ULCC´s, basta analizar lo que ofrece JetBlue en sus aeronaves para darse cuenta que una cosa es el bajo costo y otra, la poca madre que están teniendo las empresas tradicionales al ofrecer lo que denominan “Basic Economy” lo cual es un eufemismo para “Jodidonomy Classs”.

Tan barato el boleto de Basic Economy como restringido para el pasajero: no pueden cambiar fecha y hora de vuelo, no hay protección por cancelación, no se permite el acceso a la aeronave con equipaje de mano, tan solo un dispositivo móvil, tableta o laptop, e incluso, algunas aerolíneas han modificado los asientos de tal manera que estos son aún más delgados y cortos que los que se ofrecen en economy, que de por sí, ya son algo incómodos.

Las aerolíneas justifican que este producto es respuesta a la demanda de los pasajeros, que es una oferta justa para quienes solo necesitan transportarse sin necesidades adyacentes, y que es una manera de obtener ingresos que permiten sostener el costo de operación de la aerolínea.

Es decir, esas empresas que ofrecen “Basic Economy” ya decidieron por nosotros: es lo que necesitamos, nosotros pedimos todas esas restricciones, ¡nada importa ya!… es la calidad mínima de servicio.

Es una pena que empresas insignia como Delta y United, hayan apostado por hacer de sus aeronaves un medio de transporte con primera, segunda y tercera clase.

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    By: Guillermo Galvan

    20 años en aerolíneas, instructor teórico aeronáutico, especialista factores humanos en aviación, melómano, cafeinómano.

    Sigue mi Columna ‘Nivel de Vuelo’ todos los lunes.

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