Tres mujeres que cambiaron el rumbo de la historia en la aviación
Poco se sabe de María Marcos Cedillo, primera mujer mexicana piloto que volaba por los cielos del norte central de México a sus treinta años y que poco a poco parece quedar en el olvido. Sobrina del general Saturnino Cedillo, militar que participó en la Revolución Mexicana y la Guerra Cristera, nombró a su avión, un Avro 540K, nada más ni nada menos que “El Ángel del Infierno” porque así llamaba su tío a las aeronaves y se dice que ella misma pintó sobre un costado su esquema representativo.
Nació en 1900 en el Ejido de Palomas en Ciudad del Maíz, San Luis Potosí, en una época en que la lucha rural era rutina, previa a la revolución, lo que le forjó un carácter osado y la hizo defender su objetivo de volar frente a un mundo machista, luego de conocer a Florence Burnes, piloto estadounidense que arribó al estado en 1930.
María supo aprovechar la Escuela Civil de Aviación que su hermano -quien fuera gobernador del Estado- puso en la región, dejando de lado las labores destinadas a las mujeres, no tardó en convertirse en alumna y comenzar a volar importantes distancias.
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Desafortunadamente, el 6 de junio de 1933, María Marcos Cedillo muere trágicamente sobrevolando la ciudad de San Luis Potosí. La primera piloto mexicana (sin licencia) no pudo llevar más lejos su vuelo debido a una falla mecánica de su avión y a fuertes vientos a los que se enfrentó ese día. La aviadora impactó en la loma Los Valentinos al no poder recuperarse de una acrobacia aérea y sus restos se encuentran en el panteón El Saucito de esa región. Los restos de su avión fueron enterrados en el lugar de los hechos por instrucciones del General Cedillo, luego de descargar su pistola sobre ellos.
Al contrario de la mexicana, Amelia Earhart fue muy reconocida como aviadora a nivel mundial. Tanto así, que sólo por ser mujer, robó a sus compañeros pilotos varones “la nota” cuando el 17 de junio de 1928 voló por primera vez cruzando el Océano Atlántico, pese a no haber volado ella el avión. La misma precursora lo reconoció aquél día pero los periodistas la abordaron igual.
Desde el mes de abril de ese año, le habían ofrecido realizar la proeza pero las presiones de su familia la hicieron desistir y más adelante la convencieron de participar en el vuelo como tripulante. La idea original fue de Amy Guest una aristócrata que había adquirido un Fokker F. VII. La nave fue bautizada como “amistad” (Friendship) y despegó el 3 de junio hacia Halifax, Nueva Escocia.
Tras esperar unos días a que mejorara el clima, la tripulación salió el día 17 del mismo mes rumbo a Europa. Planeaban llegar a Irlanda pero arribaron a Burry Port, en el sur de Gales, ya tenían poca gasolina. Se dice que por su parecido al aviador Charles Lindbergh, después de este viaje le comenzaron a llamar “Lady Lindy”.
Finalmente recordamos a Elizabeth “Bessie” Coleman, aviadora estadounidense que el 15 de junio 1921, se convirtió en ser la primera mujer afroamericana en obtener licencia internacional de piloto por la Fédération Aéronautique Internationale, además de que fue la primera mujer “de color” en recibir una licencia de piloto aviador en la historia.
De ser pizcadora de algodón en Texas, hija de granjeros, Bessie se convirtió en profesionista de la aviación a base de esfuerzo, trabajo y estudios, ya que desde pequeña se destacó en la escuela en matemáticas, y al no satisfacer sus expectativas los trabajos femeninos de aquella época, buscó algo que la hiciera “elevarse” más alto, inspirándose en las historias de los pilotos de la Primera Guerra Mundial que escuchaba cuando era manicurista en Chicago.
Cuando vio que por ser negra y mujer no podía entrar a las escuelas de aviación, estudió francés y se mudó al París para alcanzar su sueño, el cual logró finalmente y volvió a Estados Unidos, donde fue reconocida como piloto de acrobacias. Sin embargo, Coleman murió en un accidente antes de ver cumplido otro de sus objetivos: crear una escuela de vuelo.
Los aviones que solía volar eran los biplanos Curtiss JN-4 “Jenny” y otras aeronaves de guerra, que habían quedado de la Primera Guerra Mundial. Justo fue en ese modelo de avión que “Queen Bess”, como le llamaban, que impactó contra el terreno el 30 de abril de 1926, tenía 34 años, un año más de la edad que la mexicana María Marcos Cedillo tenía al morir.
Por Adriana Cruz Toledo
Directora de Comunicación y Relaciones Públicas de la Sociedad Mexicana de Estudios Aeronáuticos Latinoamericanos (SMEAL).