Aeronautas mexicanos desde finales del siglo XVIII al final del XIX (Parte 2)
Por: Luis Enrique Gaxiola Baqueiro
Miembro activo y representante en Europa de la SMEAL
Continuando con la semblanza de aeronautas destacados en la historia mexicana, expondremos en esta segunda parte la de Joaquín de la Cantolla y Rico (probablemente el más conocido de todos y el más arraigado en la cultura popular mexicana) y en la tercera parte haremos una sucinta mención a Donaciano Sabino Escarreola.
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Joaquín de la Cantolla y Rico
Probablemente el más conocido de los aeronautas mexicanos, y de quien más se conserva memoria en la cultura popular fue Don Joaquín de la Cantolla y Rico, hijo de Juan de la Cantolla (español, de Liérganes, Cantabria) y de Soledad Rico. No es raro, de hecho, que en la actualidad todavía se hagan referencias a su nombre en productos comerciales e incluso en refranes. Este personaje nació el 25 de junio de 1829 y murió el 20 de marzo de 1914.
De profesión telegrafista, no obstante, realizó anteriormente estudios en el Colegio Militar sin llegar a graduarse. Existen discrepancias entre diferentes autores si llegó o no a participar en la histórica defensa del Castillo de Chapultepec – lugar donde se encontraba el Colegio Militar – el día 13 de septiembre de 1847, durante la invasión norteamericana. Durante su estancia en el Colegio Militar tuvo un accidente con pólvora y por lo mismo, algunos autores como Pilar Montes de Oca Sicilia (2013) afirman que el hecho de quedar incapacitado tras el accidente le eximió de participar en la defensa e incluso haber sido dado de baja por este motivo.
De este aeronauta mexicano se sabe que abrazó la profesión de telegrafista, en la cual no ganaba demasiado dinero, pero sí le proveyó de una red de contactos que de algún modo le ayudarían a sacar adelante sus posteriores proyectos aeronáuticos.
En el año 1862 unos hermanos norteamericanos de apellido Wilson se encontraban haciendo una serie de demostraciones en algunas de las ciudades más importantes de la República Mexicana. Joaquín de la Cantolla acudió a sus presentaciones y se interesó vivamente por el vuelo aerostático, al punto de que fue probablemente el primero en ofrecerse, cuando los hermanos solicitaron un voluntario entre el público asistente para volar junto con uno de ellos, Sam Wilson, el 27 de julio de 1862.
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No se limitó de la Cantolla a únicamente vivir su experiencia como pasajero del aparato volador, sino también a adquirir de los hermanos Wilson todo el conocimiento posible para la construcción y navegación del mismo. De hecho, hizo sus propias contribuciones y mejoras a los diseños y de este modo, a lo largo de su vida como aeronauta, construyó los globos “Moctezuma I”, “Moctezuma II” y el “Vulcano” (Ruiz Romero, 2001).
El primer vuelo público, con base en los conocimientos adquiridos de los hermanos Wilson, lo efectuó poco menos de un año después de su primera experiencia como aeronauta, el 26 de junio de 1863, desde la Plaza de Toros del Paseo Nuevo, ahora Paseo de Bucareli, en un vuelo que dedicó a los generales conservadores Juan Nepomuceno Almonte y Leonardo Márquez, quienes eran amigos de su familia.
El éxito obtenido en este ascenso le dio a Joaquín de la Cantolla y Rico una fama bien ganada. No había fecha o fiesta importante en la cual él no participara con alguna demostración pública de ascenso en globo. Su fama llegó a tal punto que el entonces Emperador de México, Maximiliano I, le obsequió unos yugos (mancuernillas) de oro en reconocimiento a sus hazañas.
Algo que caracterizaba a Joaquín de la Cantolla, a juicio del autor del presente trabajo, era su sentido de orgullo, formalidad e identidad nacional. De acuerdo a varios autores, sus vuelos los efectuaba vestido de charro (traje nacional) o de levita, pero eso sí, invariablemente, siempre portando la bandera nacional en cada vuelo.
De hecho, el segundo globo construido por él, el “Moctezuma II”, llevaba los retales en colores verde, blanco y rojo, como los colores de la bandera nacional. Es precisamente dicho globo (el Moctezuma II) el que se representa en la pintura mural “La conquista del aire por el hombre” de Juan O’Gorman; se ubica en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México. Como dato anecdótico, este mural contiene una falla muy común y extendida en cuanto a la correcta escritura del apellido “Cantolla”, pues en el mural está escrita la leyenda “Viva Cantoya” (sic).
Como se comentó anteriormente, Joaquín de la Cantolla intentó adaptar y mejorar las técnicas y diseños aprendidos originalmente de los hermanos Wilson. Probablemente la contribución más notable fue el desarrollo de un sistema regulador de llama, con base de alcohol, el cual fue analizado por expertos y probado con éxito el 22 de octubre de 1877, en las instalaciones de la Escuela de Ingenieros del Colegio de Minería de la Ciudad de México (Montes de Oca, 2013).
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No se libró este aeronauta mexicano de accidentes y problemas. Por ejemplo, en una demostración efectuada 10 de noviembre de 1863, solicitó a algunos de los espectadores ayudarle a sostener las amarras de su nave. Debido a la demora en los preparativos y el aburrimiento, un sastre de apellido Avilés (uno de los voluntarios), amarró la cuerda a una de sus piernas para así tener las manos libres y poder encender un cigarrillo.
Desafortunadamente, en su distracción no se percató del momento en que el resto de los asistentes soltaron las amarras del globo y fue elevado por los aires, pese a los desesperados esfuerzos de Joaquín de la Cantolla de introducirlo en la barquilla de la nave. Este vuelo terminó en tragedia, cuando al liberarse la pierna de Avilés, este cayó sobre Palacio Nacional (en aquel entonces, sede del Gobierno Federal), falleciendo instantáneamente (Hernández, 2008).
Otros accidentes de menor y mayor importancia ocurrieron durante la trayectoria aeronáutica de Joaquín de la Cantolla y Rico, siendo probablemente el más recordado cuando, inesperadamente, el globo en que viajaba bajó y cayó a través del tragaluz de una casa del rumbo de Salto del Agua, donde además de las lesiones producidas por la caída misma, fue golpeado por los moradores de la casa, presas de la impresión y el nerviosismo.
Tampoco en su vida personal estuvo Joaquín de la Cantolla exento de problemas. Sus propios familiares intentaron sabotearle sus aeronaves por diversos motivos, lo cual las fue deteriorando y con el paso del tiempo quedaron inoperantes.
En el cine mexicano, en 1944, se le representó como un científico loco, excéntrico y con recursos suficientes para llevar a cabo sus experimentos y vuelos en la película “El Globo de Cantolla”, donde el papel del aeronauta mexicano lo interpretó el actor Agustín Isunza.
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Sin embargo, no hay sustento histórico alguno para afirmar tales características acerca de la personalidad de Joaquín de la Cantolla. Antes bien, lo que sí es fácil de deducir es que muy probablemente tuvo que privarse de muchos deseos personales pues, con un sueldo de telegrafista no resultaría sencillo poder financiar sus vuelos sin un correspondiente y significativo sacrificio monetario.
Con todo lo anterior, entre accidentes físicos que dejaron mermada su salud y descalabros financieros que hicieron lo mismo con su bolsillo, sus ascensiones fueron disminuyendo y finalmente ya no efectuó ninguna más.
Sin embargo, en 1914, el mexicano Alberto Braniff Ricard, quien fue el primer mexicano en volar en aeroplano sobre suelo mexicano en el año 1908, importó de Francia un globo de seis plazas y trajo a un experto para volarlo, Jules Dubois.
De la Cantolla fue invitado por Braniff en este vuelo que, de algún modo, era una forma de rendirle homenaje por sus acciones como pionero de la aerostática nacional. De este último ascenso de Joaquín de la Cantolla puede observarse una fotografía (imagen 2) donde aparece junto a Alberto Braniff, vestido como la ocasión lo ameritaba, de levita y sombrero de copa.
Este último vuelo le reporta a de la Cantolla por un lado una satisfacción y un honor al ser reconocido por Braniff, pero por el otro le reporta un muy serio incidente. El globo, después de alcanzar una altura considerable, quedó temporalmente fuera de control a pesar de los esfuerzos de Dubois debido a fuertes vientos. Estas condiciones lo hicieron volar sobre territorio controlado por fuerzas revolucionarias de Emiliano Zapata. Bajo el mando de Genovevo de la O, quienes probablemente creyendo que se trataba de una nueva forma de intentar atacarlos, trataron a toda costa bajar la nave a balazos (Carr, 2014). Por fortuna, ninguno de los tripulantes salió herido y pudieron tomar tierra de nueva cuenta en un sitio seguro.
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Y fue justamente tras este incidente, que lo dejó visiblemente afectado, que al volver a su domicilio el pionero mexicano sufrió un derrame cerebral en la entrada de su casa y murió unos días después.
Como se mencionó anteriormente, es probablemente Joaquín de la Cantolla y Rico el aeronauta mexicano del que más memoria y arraigo en la cultura popular se tiene. Incluso, es de llamar la atención que fuera de México, en el refranero cubano, se dice que una persona está “como el globo de Cantolla” cuando es extremadamente gruesa o gorda. Por otra parte, en el refranero mexicano se dice que una situación o proyecto después de alcanzar grandes alturas termina precipitándose, terminó “como el globo de Cantolla” (Bustillos Alamilla, 2011).
Finalmente, vale la pena mencionar algunos otros elementos de la cultura popular en la que se hace alusión directa o referencias hacia Joaquín de la Cantolla y Rico. Por ejemplo, aparece en el mural de Diego Rivera “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” (además de la aparición ya mencionada en el mural de O’Gorman). Es también personaje central de dos canciones de tipo “corrido mexicano”, llamadas “la gran ascensión” y el “corrido de Cantolla” (Ruiz Romero, 2001). En el Parque del Ocotal, en Milpa Alta, México, se realiza anualmente un concurso-festival de globos. Asimismo, reciben el nombre de “Globos de Cantolla” los pequeños globos artesanales no tripulados que se fabrican con papel china y son lanzados durante las fiestas populares.